martes, 7 de septiembre de 2010


Miguel y Ángel nacieron con 2 años de diferencia. Cada uno creció por separado y tuvieron una infancia común y corriente. Hasta que irrumpió en sus vidas la maravillosa Alicia. Quien los unió para siempre. Literalmente.

Miguel y Ángel querían estar con Alicia.

Pero Alicia no sabía por quién decidirse. Le gustaba el buen humor y la simpatía de Miguel pero no dejaba de apreciar la inteligencia y la audacia de Ángel.

Miguel la hacía reír, Ángel reflexionar.

Difícil elección.

Hasta que un día medio en broma Miguel sugirió unir sus cuerpos para Alicia.

Ángel caviló las probabilidades. Era posible clínicamente.

Los tres consultaron con Vicente el “Vidente de lo Evidente”, quien aprobó la unión nada más ver que era imposible un no por respuesta.

Hecho esto Miguel y Ángel se entregaron a los mejores especialistas en serrar, abrir, trepanar, seccionar, extirpar y zurcir.

La operación fue éxito.

Desde ese día Miguel y Ángel, unidos por el tórax, comparten, en sorprendente armonía y salud, pulmones, hígado, riñón y por supuesto a Alicia.

Ahora Miguel y Ángel trabajan en un circo y son muy felices, ya que son:

Los únicos siameses por elección.

Mañana saldrá el sol.
Evidente no?

Pues eso es lo que quieren mis clientes:

La certeza de que mañana volverá a salir el sol que los despertará, para ir luego al trabajo de toda la vida. El cual les brinda el dinero para irse de vacaciones al lugar de siempre.

Esta clase de clientes prefiere la seguridad.
Me pagan para decirles que nada va a cambiar, no lo que vendrá.

Antes veía el futuro.
Pero ya no.

Ahora sólo veo lo evidente.
Como por ejemplo que tengo más clientes.

Por eso ahora soy Vicente el vidente de lo evidente.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

El hombre silueta está triste.
No logra dar forma a la mujer de sus sueños.
Con todo su mágico talento no puede moldear las curvas de la mujer que pugna por salir de la jaula de su imaginación.
Él que logra arrancar de las entrañas de la oscuridad y
de la luz lo inimaginable, para asombro de la muchedumbre que en cada función lo aclama.

Y todo porque le falla el pulso cada vez que piensa en ella.
La mano le tiembla, no le responde.
Es su corazón traicionero.

El hombre silueta no puede esculpir las sombras que envuelven a su amada.
No puede hacer su trabajo.
Está enamorado y esa es su maldición.

El hombre silueta está triste.
Ahora ya sabemos porque.